Enamorarse una palabra que escucho tantas veces y leo muchas otras más. Pero es solo en los ojos de la gente, en su mirada cristalina y pura que te transmite ilusión la que te habla de que esa mezcla de afecto e ilusión se va volviendo y convirtiendo en amor.
Enamorarse es parte de la vida y es grandioso, pero enamorarse de la persona correcta eso es hermoso. Por eso hoy escribiré sobre ello y esa palabra, que en sus letras esconde el misterios de más de mil libros de magnificas historias, de un millón de canciones y otro billón que no se han escrito y ni cantado nunca, Pero estas viven y mueren y viven, existen y dejan de existir.
Enamórate del que te seque las lágrimas no del que te las provoque, y si las causa que sea de felicidad. Enamórate del que te extraña cuando esta cerca y no del que cuando se aleja te trata como a una extraña.
Enamórate del que no te quiere bajar las lunas y las estrellas, pues en vez de eso, quiere conquistar la luna y alguna estrella del universo de tu alma. Ese universo que muy pocos conquistan.
Enamórate del que te trae peluches, chocolates, cartas perfumadas y flores, pero sobre todo del que con sus manos es capaz de crear un capullo, un dibujo o una locura, esas que no se compran pero si se regalan, esas que no tienen precio.
Enamórate del que te escuche cuando calles, del que te hable cuando hablas, del que te sonría cuando llores y del que te impulse cuando caigas. Enamórate del que te comparta sueños y te proponga metas, del que te tenga en planes.
Enamórate del que es valiente para protegerte y dulce para tratarte, del que te mima y del que te traiga a tierra, cada vez que lo necesitas.
Enamórate del que te hable de sus defectos y no solo de virtudes de galán ruidoso, del que frente a ti, y los suyos y los vuestro siga siendo el mismo.
Enamórate del que no te esconda, pero tampoco te exhiba, del que te endulce el día y te llene de aventuras cada noche. Enamórate del que te desate y te haga sonreír, del que te hable claro y sin rodeos.
Enamórate del que no se agobia con la costumbre y que no te mate con la rutina, del que sea tan abierto y transparente y a la vez un misterio. Del que vuelva de cada encuentro un momento mágico como de costumbre, y te sorprenda con algo nuevo como siempre.
Enamórate no solo del que te ame si no también que se ame, del que te trate con respeto y se trate con respeto a sí mismo.
Enamórate del que se encamina en un camino donde te ponga como parte de su paso, enamórate del que comparte sus sueños contigo, pero sobre todo del que hace que su sueño seas tú.
Enamórate del caballero de estilo y clase en aptitud, y del que con hidalguía marque huella encima de un caballo. Del que conquiste tierras y proteja almas, el de causa noble, justa y rica.
Enamórate del que trascienda, pero sobre todo del que se caiga y quiera levantarse mil veces más porque es ese tipo de hombres del presente los que escribirán las historias del mañana.
Para entonces tal vez ya estén sentado en una silla mecedora con los cabellos blancos y basteciendo más seguido, rodeado de nietos y contándole a los chicos como es que se debe enamorar o mejor aún cómo es que pudo enamorarte. Por eso enamórate de aquellos hombres que puedan hablar como Newton con la manzana en la mano.
Enamórate de algún Quijote y se su Dulcinea, de algún Napoleón y se su Josefina, de algún Romeo y se Julieta, o como ahora yo te escribo ahora a ti Dariet, rogando que más personas se enamoren de verdad, como yo de este libro y tu voz o como tú de tu guitarra y mis poemas.
Sobre todo vive inspirando e inspírate, ama y déjate amar, enamora y enamórate.
Diego Arias