Si escribo lo que escribo, es solo el efecto compuesto de una lectura voraz, de una insaciable manera de encontrar en la ficción lo que la realidad carece. Si no fuese por estos escritos no sentiría que vivo como quiero vivir, tratando de componer las mil aventuras en los mil y un mundos que mi alma ha viajado, sin mi cuerpo nunca haber conocido.
Es por ello que el escribir es una manera tenaz como potente de revelarte, expresar la inconformidad de lo existido y la tibieza de lo que aun no se ha inventado. Porque es en la escritura que un escritor vive, sumergiéndose en un mundo al que trata de darle vida, hasta que este con su trama y personajes, comienzan a tomar vida propia sin notarlo, o tan si quiera saberlo, hasta llegar a ni siquiera ya controlarlo.
Mas que una profesión de cliché, una ocupación, o un premio pulido en oro, es un estilo de vida, donde el autor no es más que la pluma que transcribe todo lo percibido, donde purifica todo lo leído, pero sobre todo lo que la vida necesita descubrir sin tan si quiera entenderlo.
Esta no es la carta de un escritor en protesta, o una manera de fomentar una rebelión. Si eso fuese así, el sencillo hecho de ser escritor ya es en si la manera más gozosa y sacrificada de declararse culpable. De corromper la mente de los hombres, destruyendo los parámetros impuestos, las cargas amontonadas y los miedos fabricados por el mismo hombre.
Es en esta travesía, que el errante de historias, el caballero de ficciones, el caudillo de realidades insostenibles, o tan si quiera el escritor sin pena ni gloria, siente en cada mundo creado. Solo con el sencillo propósito de escribir, porque esa es su forma de vivir, o tal vez su forma de enfrentarse a la muerte porque llanamente la espera sin quejas, porque lo hizo todo.
Porque si no fuese así, la pasión no envolvería al autor, ni mucho menos al lector. Pues sin esa pasión, los mundos creados no existirían, ni el sumergirse en sus historias sería algo tan excitante.
Así es, el escritor es un hombre adelantado a sus años, que sin embargo se apasiona por la historia del pasado y que vive atemorizado por el presente. Aquel presente que solo lo inspira a crear escenarios diferentes, dándole vida a leyendas que precisa este mundo, o por lo menos el suyo.
Con este mensaje no los invito a escribir, ni mucho menos a leer, si de eso se trata ambas asignaturas son privilegios y manjares que cada hombre en su flojera o su cordura, debería de tomar.
Grandes escritores de leyendas es lo que necesita la historia de la humanidad, pero más grande es su necesidad de escribir con cautela, y de leer sin fastidio. De pensar que lo estimado son ideas, y que las ideas son variables, como lo es una fábula que cambia su rumbo sin previo aviso.
Si lees estas letras, te invito a que escribas, no por ser escritor de cuentos o novelas precisamente. Más bien por ser escritor de la historia del mundo, embelleciendo lo feo o aclarando lo oscuro. Pero sobre todo siendo parte del rumbo de una historia, en la que tus descendientes y los míos, sean lectores frecuentes.
Es en ese futuro en el que ni tú ni yo nos vemos, donde ellos continuaran de manera firme con su propia tinta y en su propia hoja, escribiendo parte de esta historia, que por fortuna siempre será inconclusa.
Diego Arias Zapata
03/09/13